El mejor lugar para comer es nuestra propia casa. De la mano de nuestras madres y abuelas despertamos el gusto y la sensibilidad por esas comidas que nos distinguen, emocionan y dan identidad.
El mejor lugar para comer es nuestra propia casa. De la mano de nuestras madres y abuelas despertamos el gusto y la sensibilidad por esas comidas que nos distinguen, emocionan y dan identidad.
Y por eso da orgullo comentar que uno de los mejores lugares para comer hoy en día en Colombia, es Popayán. Una ciudad tan antigua y colonial, que guarda además de extraordinarias leyendas, los secretos culinarios más exóticos de la patria, como si fuera la mejor de nuestras abuelas.
Todos los turistas del mundo, lo primero que hacen cuando llegan a un lugar es buscar dónde comer, y en sus relatos de viaje, siembre habrá espacio para recordar y comentar las ciudades que conocieron y las comidas que los maravillaron. Es más, hay gente que solo se desplaza por el mundo explorando sensaciones y placeres gustativos que dan el buen comer. Eso lo hemos aprendido en los últimos años los patojos gracias a la creación del Congreso Gastronómico que se realiza en Popayán.
No es extraño entonces, que miles de personas de todo el mundo, al murmullo de un Congreso Gastronómico viajen los primeros días de septiembre a nuestra ciudad con el único propósito de degustar esas viandas tradicionales de nuestras cocineras y chefs, pero también para comprar las golosinas y manjares de olores y sabores prodigiosos que ya nos distinguen internacionalmente.
Comer en Popayán es darse un bautizo de buen gusto. Porque si bien todos los banquetes y cenas que se ofrecen en el marco del Congreso Gastronómico son una fiesta para para el cuerpo y el espíritu, tienen un ingrediente especial: “la tertulia y el buen humor”. Aquí se come conversando. Y todos en una mesa, así no nos conozcamos, somos amigos.
El Congreso Gastronómico de Popayán ha permitido perfeccionar la cocina de nuestra ciudad. Gracias a este evento cada año vienen expertos a compartir sus experiencias con nuestros cocineros locales, quienes han ido adquirido saberes ancestrales de todas las latitudes del mundo y regiones del país. Y si a lo anterior le agregamos las dotes culinarias naturales de nuestra gente, en cualquier restaurante encontramos platos y recetas únicas de sabores exquisitos para el asombro general y las pupilas de exigentes sibaritas.
El Congreso es para muchos una especie de Escuela de Formación Gastronómica no convencional, que a lo largo de sus años ha forjado aprendizajes que permiten ver el tema de la comida –también- como una ciencia y un arte que va más allá del gusto, el instinto o revelaciones insospechadas para nuestras papilas gustativas.
Como ciudadanos de Popayán asistir a los eventos públicos que organiza el Congreso Gastronómico en el Parque de Caldas (este año será del 8 al 11 de septiembre), es ir a la conquista de las delicias culinarias más impensadas que nos deparan mentes y manos creativas y una oportunidad más para reconocer que la gastronomía es una de las conquistas más brillantes del hombre sobre la naturaleza.
“El Congreso” más que un evento, es un ritual para el encuentro de amigos alrededor de la comida, una comunión colectiva donde los payaneses asistimos con nuestros hijos de la mano para aprender que podemos ser amos y señores tanto del buen gusto como del intelecto. Un concilio de los cocineros del país que se esmeran por ofrecer platos y viandas de sabores extraordinarios y cocinas seductoras.
Con el Congreso aprendimos que todo lo que se come se comenta, que cuando ingerimos algo debemos estar atentos a las sensaciones que cada olor y sabor nos despiertan, que degustar un alimento es u placer que no tiene precio, que si bien hay sabores que no alcanzamos a comprender ni describir podemos gozar y maravillarnos. Que los placeres del paladar pueden ser tan fuertes y significativos como los placeres del amor. Que cocinar inspira, hechiza y enamora. Que los cocineros tienen misterios y secretos que jamás descubriremos.
Este año, como siempre, espero poder asistir a mis degustaciones poéticas de vino, quesos, postres, helados y cafés de olores y sabores inolvidables. Será una fiesta para los sentidos, una experiencia para vivir, y una razón poderosa para querer más a esta ciudad.
Coletilla: me apunto a realizar una cena por la paz con mi familia el 31 de agosto. Invito a todos a hacer lo mismo en sus casas.
Fuente: http://elnuevoliberal.com/la-quinta-esencia-de-la-civilizacion/